Por el Dr. Roberto E. Biaggi
En su famoso libro El origen de las especies, Charles Darwin afirmó que los organismos vivos se originaron a partir de un antepasado común, a través de un proceso evolutivo gradual y al azar que involucraba pequeños cambios. Estas mutaciones fueron dando origen a nuevas estructuras cada vez más complejas que determinaron el surgimiento de organismos intermediarios.
De hecho, una de las predicciones fundamentales de la teoría evolutiva de Darwin, es la aparición gradual de nuevas formas biológicas que evolucionaban muy gradualmente una a partir de la otra. Richard Dawkins y muchos científicos sostienen en la actualidad que esa evolución fue y debe ser gradual.
En su libro, Darwin dijo que “muchos grandes grupos de hechos solo son comprensibles bajo el principio de que las especies han evolucionado mediante pasos muy pequeños.” Esta declaración aparece en el capítulo siete, titulado “Razones para no creer en modificaciones abruptas y de gran tamaño”. Darwin utilizó repetidas veces la expresión «natura non facit saltus» («la naturaleza no da saltos»).
Darwin era consciente de los problemas que podría acarrear este concepto de cambios graduales y lentos, y por eso escribió que “si se pudiera demostrar que algún órgano complejo no hubiese podido formarse a través de numerosas y pequeñas modificaciones, mi teoría se derrumbaría en forma completa.”
En otros artículos hemos comentado que los órganos y estructuras complejas -como un ojo, un ala o el mismo cerebro- tanto en organismos vivientes como en fósiles, son estructuras que no pudieron originarse gradualmente por procesos naturales no dirigidos. Estas estructuras demandan un diseño inteligente.
Como se supone que la evolución ocurrió a través de una larga historia geológica, también se cree que esa historia evolutiva debería haber dejado rastros en los organismos fósiles. Si fuese este el caso, sería relativamente fácil documentar con evidencia fósil este proceso gradual de evolución. Sin embargo, Darwin mismo se dio cuenta en sus días de que había un problema con el registro fósil. Lo expresó de esta manera:
“Si las especies han descendido de otras especies mediante finas gradaciones, ¿por qué no vemos por todas partes innumerables formas de transición? […] ¿Por qué no las encontramos empotradas en la corteza de la tierra en cantidades incontables? […] El número de variedades intermediarias que existieron anteriormente [debería] ser verdaderamente enorme […] Entonces, ¿por qué todas las formaciones geológicas y todos los estratos no están llenos de tales eslabones intermedios? Seguramente la geología no revela ninguna tal finamente gradada cadena orgánica; y esto, a lo mejor, es la objeción más obvia y grave que puede impulsarse contra mi teoría.”
Cuando analizamos el registro fósil vemos que este es un problema serio. Darwin ya lo había notado en sus días. Pero esperaba que con el avance de la ciencia paleontológica se encontrarían esos numerosos eslabones intermedios. Desafortunadamente para los defensores de la teoría evolutiva, después de una larga historia de avances en las ciencias paleontológicas, esto sigue siendo un problema grave. Incluso, en un artículo anterior nos referimos a varias discontinuidades en el registro fósil, tal como la “explosión del Cámbrico”. Esta ausencia de organismos intermedios y una abrupta aparición de organismos complejos sigue socavando la Teoría General de la Evolución.
Frente a este problema, paleontólogos evolucionistas contemporáneos han propuesto diversas teorías para explicar estas discontinuidades, incluyendo la “hipótesis del artefacto”. Esta hipótesis sostiene que el registro fósil es incompleto porque esos antepasados no dejaron evidencias fósiles (ni cuerpos ni rastros) debido a la falta de condiciones necesarias para la fosilización, o porque todavía no se han encontrado. Sin embargo, esta teoría ha sido refutada con evidencias paleontológicas, y esta refutación ha sido confirmada recientemente por nuevos descubrimientos paleontológicos. particularmente en estratos por debajo del Cámbrico, que sí presentan condiciones necesarias de fosilización, pero en los cuales no se encuentran los cuerpos fosilizados que se supone existieron en esas épocas.
Aún así, continuamente los paleontólogos evolucionistas siguen proponiendo linajes evolutivos para explicar la aparición de nuevos planes corporales. Pero resultan ser linajes fantasmas, porque parece ser que esas estructuras, planes corporales y organismos han salido de la nada, sin que existan precursores, ni tampoco ninguna evidencia fósil de la generación gradual paso a paso de ese plan corporal.
Todavía hoy es cierto lo que dijera el científico Michael Denton en 1985, luego de analizar la evidencia de la anatomía comparada, la paleontología y la biología molecular:
“Ninguno de los dos axiomas fundamentales de la teoría macroevolutiva de Darwin: [1] el concepto de la continuidad de la naturaleza, es decir, la idea de un continuo funcional de todas las formas de vida que vincula a todas las especies y en última instancia llega a una célula primigenia, y [2] la creencia de que todos los diseños adaptativos de la vida resultaron de un proceso al azar, han sido convalidados por un solo descubrimiento empírico de adelanto científico desde 1859.”
Por eso, en 2016, el Dr. Denton publicó una actualización de su libro original, ahora con el título Evolución: todavía una teoría en crisis.
Las evidencias en diversas líneas de investigación, incluyendo los fósiles, nos muestran cada vez con mayor contundencia que la teoría de la evolución no se puede sostener, tal como lo temía Darwin cuando la propuso, y que la teoría que mejor se ajusta a los datos es la del diseño por un ser inteligente, tal como el que encontramos descrito con toda claridad en el registro bíblico.