Ciencia

La impresionante eficiencia energética de la vida

Procesos biológicos ultra complejos que superan nuestras tecnologías de punta fueron inteligentemente creados por el ser humano. Pero los asombrosos procesos biológicos que incluso inspiran nuestras investigaciones son fruto de la casualidad y de mutaciones aleatorias filtradas por la selección natural ciega. ¿Eso tiene sentido?

Según el artículo publicado en el sitio Innovación Tecnológica, “toda la vida en la Tierra ejecuta cálculos y todos los cálculos parecen requerir energía. Ese asunto ha sido el blanco de bastante controversia últimamente, abarcando el llamado Límite de Landauer. Algunos afirman que puede ser posible hacer computación sin consumo de energía, mientras otros creen que el Límite de Landauer no es tan limitador”.

Christopher Kempes, del Instituto Santa Fe, en los EE.UU., se reunió con compañeros para investigar el costo energético de la computación biológica. “Desde la ameba unicelular hasta los organismos multicelulares, como los seres humanos, uno de los cálculos biológicos más básicos, comunes en toda la vida, es la ‘traducción’- procesar la información en un genoma y escribirlo en la forma de una proteína”, explica el sitio. El equipo de Kempes consiguió demostrar que la traducción es un proceso altamente eficiente desde el punto de vista energético.

Como cree en la teoría de la evolución, Kempes argumentó que es necesario entender las restricciones a esa evolución, algo que, según él, aún no fue debidamente estudiado “Una restricción que no fue ampliamente estudiada hasta ahora es cómo las leyes de la termodinámica restringen la función biológica, lo que podrá decirnos si la selección natural favoreció organismos con alta eficiencia computacional.”

Kempes revela: “Lo que descubrimos es que la traducción biológica es cerca de 20 veces menos eficiente que el límite físico inferior absoluto. Y eso es cerca de 100 mil veces más eficiente que una computadora.”

El siguiente paso del equipo, según el Innovación Tecnológica, será ampliar sus cálculos para verificar la eficiencia termodinámica de cálculos biológicos de alto nivel, como el pensamiento, y, finalmente, tratar de entender la importancia que la eficiencia energética tiene para la selección natural. “En el último análisis, nosotros queremos conectar todo eso con la teoría de la ciencia de la computación, no solo para explorar ese tipo de cosa para la ciencia de la computación, sino también para ver si la teoría de la ciencia de la computación tiene algo para decirnos acerca de las células”, dijo el profesor David Wolpert, coautor de la investigación.

¿Si no supieras que la computadora tuvo un creador y vieras, de pronto, en frente tuyo una PC de última generación, qué concluirías? ¿Que aquel montón de componentes electrónicos, cables, piezas metálicas y de plástico con utilidad planificada podría ser fruto de la casualidad? ¿Después de encender el aparato y testear sus “habilidades” impresionantes, tendrías el coraje de pensar que los programas que suceden en él, que la información compleja de la que ellos dependen para funcionar habría simplemente aparecido en algún momento en el pasado y se habría transformado espontáneamente más compleja con el tiempo?

Estoy seguro de que usted naturalmente elogiaría a los creadores de una máquina tan maravillosa y útil. ¿Cómo, entonces, los investigadores del Instituto Santa Fe pueden estudiar mecanismos biológicos y “maquinaria” tremendamente más compleja que nuestras mejores computadoras y aún hablar de evolución? Todos sabemos que la tesis de la macro evolución presupone el surgimiento de la información y de la vida por casualidad. ¿Es o no es mucha incoherencia?

Kempes afirma que su investigación “podrá decirnos si la selección natural favoreció organismos con alta eficiencia computacional”. Solo que se olvida de mencionar que la selección natural actúa sobre características ya existentes. Por lo tanto, permanece la duda: ¿De dónde surgieron esos organismos con alta eficiencia computacional que terminaron siendo seleccionados? Darwin ayudó a explicar cómo los organismos más “aptos” sobreviven, pero no fue capaz de decir nada, de hecho, acerca de dónde esos organismos vinieron, lo que, de cierta manera, invalida hasta el título de su obra más famosa: El Origen de las Especies.

En verdad, lo que se sabe es que la selección natural no es capaz de aumentar la complejidad, al contrario de lo que creen darwinistas como Richard Dawkins, que, en su libro Dios, un Delirio, afirma que la selección natural “elevó la vida de la simplicidad primitiva a altitudes deslumbrantes de complejidad, belleza y aparente designio que hoy nos fascinan”.

Para haber aumento de complejidad sería necesario que haya también aumento de información genética para posibilitar el surgimiento de nuevos órganos funcionales y nuevos planos corporales. Afirmar algo de esa naturaleza sería como decir que las computadoras y sus programas podrían aparecer sin la acción de un ser inteligente que proveyera la información y creara las piezas necesarias al funcionamiento del aparato.

¡Pero ahí ya sería necesario tener mucha fe!