Artículos Fósiles

La explosiva aparición de los dinosaurios

Por Roberto E. Biaggi, Ph. D.

Ya estuvimos comentando un fenómeno singular del registro fósil y bastante común: la aparición repentina de diferentes tipos de organismos. Hemos hablado sobre un par de grupos que aparecen abruptamente en la columna geológica. En este artículo discutiremos sobre el origen abrupto de probablemente el grupo de organismos fósiles extintos más popular en la cultura moderna, los dinosaurios. Aunque muchos científicos hoy consideran que las aves son dinosaurios que sobrevivieron la masiva extinción del final del Mesozoico (y más adelante consideraremos este tema en particular), hoy nos ocuparemos sobre la aparición de los “dinosaurios no avianos” (no se incluyen las aves o sus fósiles).

Pero primero, una explicación sobre el registro paleontológico de los dinosaurios y la historia de su descubrimiento. Como la mayoría conoce, los dinosaurios se encuentran como fósiles en la columna geológica, específicamente en lo que se denomina la era del Mesozoico, con sus períodos (de abajo hacia arriba): Triásico, Jurásico y Cretácico. En la columna geológica, los dinosaurios se encuentran desde el Triásico hasta el Cretácico y se asume que se originaron en el Triásico medio y se extinguieron al finalizar el Cretácico, justo en lo que se denomina el límite K/Pg, o sea el límite Cretácico/Paleógeno (el fin del Mesozoico).

Aunque se conocen antiquísimas leyendas sobre dragones y otros organismos prehistóricos, se tienen registros muy antiguos del descubrimiento y uso de huesos fosilizados considerados de “dragones” por los chinos, y en Europa fósiles de animales gigantes que se creía pudiesen ser criaturas bíblicas, que ahora se cree en realidad eran fósiles de dinosaurios. Recién en el siglo XVII se encuentran los primeros fósiles de dinosaurios, aunque también al comienzo se pensó eran restos de “elefantes de guerra Romanos”, “gigantes bíblicos”, “dientes de pez” o partes de algún otro organismo, o como en el caso de pisadas de dinosaurio “el cuervo de Noé”, o como en Bolivia “pisadas de un avestruz gigante”. Pero un poco más adelante, algunos de estos restos se convirtieron en “primer tratado científico”, o “primer nombre de lo que ahora se conoce como un diente de dinosaurio” (el Megalosaurus), o “la primera identificación correcta de un fémur, primer hueso de dinosaurio que luego fue reconocido como Megalosaurus”. De hecho, el género Megalosaurus, creado por Buckland en 1824, fue el primer género de dinosaurio con nombre válido que se mantuvo hasta nuestros días, nombrado para un reptil gigante de estratos del Jurásico de Inglaterra. Recién en 1842, el famoso paleontólogo Sir Richard Owen, en base a varios restos fósiles del Jurásico y Cretácico acuñó el término Dinosauria, para este tipo especial de fósiles de reptiles.

Desde estos inicios hasta hoy, se han encontrado dinosaurios en todos los continentes y en miles de canteras y yacimientos del Mesozoico, y la ciencia de la paleontología de dinosaurios se ha expandido a tal grado en la gran mayoría de los países del mundo, que se han descubierto, estudiado y nombrado más de 900 géneros y entre estos, más de 1000 diferentes especies (todos con nombres científicos válidos, de dinosaurios “no aviares”.

Lo interesante de estos descubrimientos es que los primeros dinosaurios, o sea los que aparecen más abajo en la columna geológica, están ubicados en la base del Triásico Superior en la época del Carniano de formaciones geológicas de Argentina, Brasil y Zimbabwe. Esto presenta un grave problema para el modelo evolutivo, porque estas “primeras apariciones” constituirían el origen abrupto de los dinosaurios sin que hubiese una evolución gradual a partir de ancestros en estratos inferiores. Los autores en los últimos años hablan en estos términos: “se puede decir el más polémico evento macroevolutivo del Mesozoico: el origen y radiación de los dinosaurios”; un “relativamente rápido origen en un intervalo de menos de 5 Ma (millones de años)”; o, hablando de dinosaurios: “de 0 a 90% en solo unos pocos millones de años”.

Además, como se ha detectado en varias localidades un intervalo de dos millones de años (desde 234 a 232 Ma) en estratos del Triásico, denominado el CPE (sigla en inglés: el Episodio Pluvial del Carniano) con ciertas características ambientales únicas, que justamente coincide con el DDE (sigla en inglés para el Episodio de Diversificación de Dinosaurios), que en realidad es una muy rápida diversificación en esta porción del Triásico, esta situación hace que el tiempo para la supuesta aparición-evolución y gran diversificación de los dinosaurios, sin buenos antepasados sea demasiado corto. De ahí este problema de las discontinuidades/explosiones fósiles de las que hemos hablado para otros grupos de organismos y que también se ve en este grupo tan especial, los dinosaurios.

Cuando se considera todo el registro fósil de la columna geológica, y se observan las numerosas instancias de apariciones abruptas y subsiguientes explosiones biológicas, como en este caso de los dinosaurios, no es sorprendente que se hiciera mucho más problemático el “dilema grave” que experimentó Darwin originalmente con la Explosión del Cámbrico y que estas discontinuidades presentaran entonces, y mucho más ahora, una grave objeción a la teoría macroevolutiva del neodarwinismo o la nueva síntesis.

Al estudiar y analizar los restos paleontológicos en la historia de la Tierra, es tanto más evidente que la teoría evolutiva no es sostenible, y que la “real” historia de la vida sobre la tierra y de nuestro planeta encaja mucho mejor con la historia revelada e inspirada en ese otro registro: el de las Sagradas Escrituras.