por Roberto E. Biaggi, Ph.D.
Por mucho tiempo el hombre se ha hecho grandes preguntas: ¿Quiénes somos? ¿Por qué o para qué existimos? ¿De dónde venimos? ¿Cómo se originó el universo? Sin embargo, una de las preguntas fundamentales para el ser humano sigue siendo la cuestión de los orígenes. Es decir, ¿cuál fue el origen de la vida en la Tierra?
En su libro póstumo Respuestas breves a las grandes preguntas, Stephen Hawking, representante de la Universidad de Cambridge y, hasta su muerte en 2018, considerado por muchos como el científico más destacado en el mundo, declaró:
“El universo se creó espontáneamente a partir de la nada, de acuerdo con las leyes de la ciencia”.
Lamentablemente, a partir de esta declaración materialista/naturalista, muchos científicos concluyen, al igual que Hawking:
“La explicación más simple es que Dios no existe”.
Este concepto se contrapone especialmente con el teísmo cristiano. Para los cristianos, Dios es el Creador del universo y de la vida. Además, será el Restaurador del planeta y de los seres vivos, para que todo vuelva a ser como en el principio, según se describe en los primeros capítulos del Génesis.
Dado este conflicto sobre los orígenes, la cuestión se hace más relevante. Hasta algunos años atrás, el mundo teísta aceptaba el registro bíblico de la Creación, pero gradualmente surgieron ideas naturalistas, y finalmente la propuesta de que algunos organismos surgían espontáneamente de la nada.
En famosos experimentos en 1668 Redi logró refutar el concepto de ‘generación espontánea’ en los macroorganismos. Sin embargo, con la invención del microscopio y el descubrimiento de los microorganismos, renació este concepto hasta que en la década de 1860 Pasteur, con ingeniosos experimentos, logró demostrar que la vida no se genera espontáneamente de la materia ni de la nada. Se concluyó que la vida se origina de la vida. Pese a estas demostraciones, el concepto vuelve a surgir en el siglo 20.
En la década de 1920 Oparín y Haldane proponen que la vida surgió en un ‘caldo primitivo’. Pero esta propuesta no se pudo poner a prueba sino hasta 1952, cuando Urey y su alumno Miller realizaron su famoso experimento. Algunos recordarán el esquema en sus libros de texto. Supuestamente el experimento fue un gran éxito. Pero, ¿qué se demostró? Que solo bajo ciertas condiciones y en un experimento diseñado por humanos, moléculas muy simples se pueden unir para formar moléculas orgánicas básicas, como aminoácidos (componentes de las proteínas) y bases nitrogenadas (componentes de los ácidos nucleicos), pero nunca las macromoléculas complejas y funcionales como las proteínas y los ácidos nucleicos, y mucho menos, estructuras celulares como membranas y máquinas proteicas.
Hoy se habla mucho de las ‘protocélulas’, pero no son más que ‘burbujas glorificadas’, entidades imaginarias.
Y es muy irónico que en ese mismo tiempo, 1953, cuando se pensó que se había descubierto cómo se pudo haber originado la vida, Watson y Crick describen la estructura del ADN, que más adelante se descubre es una de las moléculas más fascinantes y complejas de la vida, con un código y lenguaje sofisticado que provee información muy compleja para la vida.
¿Por qué irónico? Porque los descubrimientos indican que los átomos y moléculas por sí solos no pueden producir estructuras complejas y procesos vitales ricos en información.
En un muy interesante y desafiante libro publicado en 2020 titulado El misterio del origen de la vida: La controversia continúa (Thaxton y otros, 2a. edición), varios científicos especialistas en campos relevantes a esta cuestión, luego de analizar toda la evidencia científica en la ‘ciencia del origen de la vida’, concluyen:
“El origen de la vida a partir de lo no vivo permanece como uno de los misterios más perdurables en la ciencia moderna”.
Otros capítulos de este libro se titulan: ‘Crisis en la química de los orígenes’, ‘El mito del caldo prebiótico’, ‘Todavía no tenemos ni idea sobre el origen de la vida’, ‘La evidencia de diseño inteligente en el origen de la vida’. Uno de sus autores concluye así:
“La vida fue diseñada por un agente inteligente que existió antes del advenimiento de los humanos”.
A pesar de casi 70 años más de investigaciones sobre el origen de la vida, no se ha logrado ningún avance: la abiogénesis ha sido un fracaso, ¿por qué?
Y el problema se ha hecho tan grave que hoy la ciencia busca evidencias de que la vida debió originarse en otro planeta, fuera de la tierra. A esta teoría se la conoce como panspermia, e incluso posiblemente ¡gracias a alguna inteligencia extraterrestre!
Así se tituló un artículo publicado en la revista Scientific American del 28 de febrero de 2011, que repasa toda la evidencia científica: “Pssst! No le digas nada a los creacionistas, pero los científicos no tienen idea de cómo comenzó la vida”. ().
Pero nosotros sí sabemos:
“El séptimo día Dios había terminado la obra que hizo, y reposó en el séptimo día de toda la obra que había hecho. Por eso Dios bendijo y santificó el séptimo día, porque en él reposó de toda su obra de creación que Dios había hecho”. Génesis 2:2-3 (RVA)
Al final de la semana de la Creación se proclama que finalmente ¡se completa la creación del universo con la creación de la vida en nuestra tierra!