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Cooksonia, un ejemplo de superación

Por Wilson Quiroga Saavedra, director del Centro de Estudios de la Naturaleza Cooksonia

Por lo general, cuando vemos fósiles pensamos en organismos que vivieron en un pasado remoto y que tal vez ya se extinguieron. Con el avance de la paleontología y la geología podríamos afirmar que algunas especies fósiles aún existen en la actualidad. Sin embargo, el fósil de la planta cooksonia da cuenta de la existencia pasada de una especie que hoy no existe más.

Desde el punto de vista evolucionista, el origen de las plantas fue un fenómeno singular que atravesó por procesos de adaptación y cambios. Según este modelo, la cooksonia es una especie que apareció a mediados del periodo silúrico, es decir, entre los 428 y los 423 millones de años atrás. Los evolucionistas afirman que, a partir de esta especie, se desarrollaron muchas de las plantas que conocemos hoy en día, desde pequeñas flores hasta árboles.

La ubicación de los fósiles de cooksonia indica que existía en casi todas las regiones del mundo: Irlanda, Gales, Inglaterra, Bolivia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia. Su tamaño máximo era de 10 centímetros de altura y se la considerada una de las primeras plantas terrestres. No poseía hojas, pero sus tallos, que tenían forma de Y, eran capaces de producir clorofila y, por lo tanto, de hacer fotosíntesis y crecer. Tampoco tenía raíces como las conocemos hoy día, sino que se anclaba a la tierra mediante un rizoma horizontal. Su manera de multiplicarse era a través de los esporangios que se formaban en los extremos de cada tallo, aunque todavía no se sabe bien cómo. Algunas especies descubiertas hasta el momento son C. pertoni, C. hemisphaerica, C. cambrensis, C. paranensis, C. bohemica, C. banksii.

Estas plantas fueron descritas por primera vez en 1937 por el británico William Henry Lang, quien las bautizó cooksonias en honor a Isabel Cookson, una mujer que colectó varios fósiles en Perton Quarry.
Desde el punto de vista creacionista, la cooksonia fue una especie que desapareció durante un momento catastrófico de inundación global. Su grado de conservación y fosilización, en algunos casos, es asombroso: se pueden observar finos detalles de su tallo y de su flor, como un botón o capullo.

Esta especie ha inspirado el nombre del museo creacionista del Centro de Estudios de la Naturaleza (CEN), ubicado en el campus de la Universidad Adventista de Bolivia. Aunque fue una planta de tamaño reducido, soportó las circunstancias adversas de la naturaleza hasta llegar a nosotros, a través del proceso de fosilización. Nuestro museo creacionista escogió el nombre de este fósil como ejemplo para dar pasos firmes en la ejecución de proyectos de investigación en geología y paleontología en Bolivia.

El CEN colabora con el departamento de Educación de la División Sudamericana (DSA) y con el Instituto de Investigaciones en Geociencia (GRI) de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y aspira ser un referente científico en los campos académicos. Creemos que, cuando existe un objetivo elevado, lo imposible se torna posible, si avanzamos con fe, tomados de la mano del Creador.