Y les dio su bendición: “Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran.” (Génesis 1:28, versión Dios Habla Hoy online).
En el principio y origen del planeta se advierte un orden en la aparición de diferentes componentes durante los días de la creación divina. Así, por ejemplo, aparecen la luz, los cielos, los mares, las plantas, las lumbreras y, finalmente, los animales de todo tipo, cerrando con la creación del hombre. Todo estaba ordenado y era bueno en gran manera. Los cristianos que creen en la revelación bíblica encuentran esta información en el primer capítulo de las Escrituras: Génesis 1.
En el pasaje bíblico citado más arriba, Dios establece ciertas actividades para el ser humano. El hombre y la mujer debían procrear y multiplicarse. La humanidad iba a señorear sobre las demás criaturas. Esto no significaba en absoluto que el hombre podía hacer lo que quisiera como amo y señor. Más bien, era un privilegio el poder proteger y administrar todo aquello que con amor había sido traído a la existencia por Dios.
Cada eslabón de ese ecosistema original tenía una función que cumplir: las aves, los peces, los reptiles, los vegetales, los mamíferos y los insectos entre otros debían dejar descendencia, conquistar los ambientes y relacionarse con otros seres y con su hábitat.
Todo funcionaba en perfecto equilibrio, el vapor regaba la tierra y surgían árboles de frutos deliciosos, un río atravesaba el huerto del Edén abriéndose en 4 brazos que hidrataban la vegetación. El ser humano paseaba por ese jardín especial, lo cultivaba y lo protegía. Otro de sus trabajos fue el dar nombre a los otros seres vivos. Adán recibe a Eva para disfrutar de la compañía idónea creada por Dios. Pero… aquella pareja cede al pecado y ya nada fue igual.
A partir del pecado, todo comenzó a desequilibrarse. Se verificaron cambios paulatinos en todos los ámbitos:
En la especie humana. Génesis 3: 19 declara la famosa frase que define la naturaleza humana: “polvo eres, y al polvo volverás”. La vida del hombre tendría un límite: la muerte. La mujer tendría a sus hijos con dolores (Génesis 3:16), el hombre debería esforzarse y sudar para cultivar la tierra que se había vuelto estéril. En cierto modo, sería esclavo de ella para poder obtener sus beneficios.
En el reino animal. Algunas especies alterarían sus formas de locomoción (por ejemplo, la serpiente se arrastraría). Otros animales cambiarían sus hábitos alimenticios de herbívoros a carnívoros. Actualmente, hay parásitos que se nutren de la sangre de otros. Muchos animales se rebelan ante el dominio humano. La competencia entre ellos por el espacio y el alimento se ha vuelto cruel.
En el reino vegetal. Surgen espinas y cardos (Génesis 3:18). Estas plantas, que habían sido el alimento de otras especies y aún del hombre; se volvieron duras, tóxicas, fibrosas y difíciles de consumir.
En la tierra. Génesis 3:17 y 18 declara que el planeta sería maldito por el pecado del ser humano. El suelo, que había sido preparado para sostener la cobertura vegetal, empezó a perder agua y se resquebrajó. El trabajo de labrar y cuidar la tierra como una actividad vigorizante se transformó en una tarea difícil que demandaba sudor y cansancio. El hombre tuvo que recurrir a técnicas de cultivo para obtener productos de ella. Esa tierra que se prodigaba en árboles excelentes para el consumo es la que recibiría, en su muerte, al ser humano y a las demás criaturas.
Antes del pecado, la relación entre todo lo creado y Adán recordaba a la humanidad la relación personal y placentera con el Creador, basada en el amor. También recordaba la interdependencia y el servicio en todo lo creado.
Pero ese el equilibrio presente en la semana de la Creación se rompe luego de la entrada del pecado. Elena de White, refiriéndose a Adán y Eva, los retrata así:
“Cuando vieron en la caída de las flores y las hojas los primeros signos de la decadencia … se apenaron más profundamente de lo que hoy se apenan los hombres que lloran a sus muertos. La muerte de las delicadas y frágiles flores fue en realidad un motivo de tristeza; pero cuando los bellos árboles dejaron caer sus hojas, la escena les recordó vivamente la fría realidad de que la muerte es el destino de todo lo que tiene vida.” (Patriarcas y profetas, versión online).
El estado actual de desequilibrio en la naturaleza nos recuerda cada día la noble tarea de sostener, cuidar y preservar lo creado. Nos impulsa a desear aquella tierra nueva y perfecta que Dios va a recrear para nosotros.
¿Estás dispuesto a trabajar cada día para llevar a cabo acciones protectoras del ambiente que te rodea? ¿Deseas conocer el nuevo hogar que Dios ha preparado para la humanidad?
“Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, y también el mar … El que salga vencedor recibirá todo esto como herencia; y yo seré su Dios y él será mi hijo.” (Apocalipsis 21:1 y 7, versión Dios Habla Hoy online).