Evolucionismo

La religión llamada ciencia – VII

Por Jorge L. Wiebusch

La famosa teoría del inglés Charles Darwin respecto del origen de las especies y la selección natural conquistó el respeto del mundo científico y parece tener aceptación unánime en este medio, aunque no es así. Esta teoría ha polarizado a la comunidad científica y experta, causando división e incomodidad por el tratamiento privilegiado que recibe en comparación con otras hipótesis.

En esta serie de artículos analizaremos la precariedad de la verdad científica y cómo la teoría darwiniana se convirtió en una doctrina que se asemeja bastante a una religión, imponiendo sus conceptos mediante una verdadera dictadura científica. Presentaremos evidencias de los métodos “evangelizadores” de los científicos darwinistas, demostrando que esta teoría depende tanto de la fe como cualquier religión contemporánea.

Los comentarios estarán abiertos para cada artículo de la serie y también podrán contactar directamente al autor a través del correo electrónico.

La religión de Darwin

Charles Darwin nació el 12 de febrero de 1809 en Shrewsbury, Shropshire, Inglaterra, en el seno de una familia acomodada. Fue educado en instituciones de prestigio de su época. Darwin es el defensor más destacado de la teoría de la selección natural y del origen de las especies. Pero no fue el único ni el primero en defender conclusiones difíciles de armonizar con la fe y la religión y sus variables alrededor del mundo.
Antes de Darwin, otros hombres llegaron a teorías bastante cercanas, como relata Costa (2014, pp. 11-12) en la descripción histórica que hace antes de la introducción del famoso libro del naturalista inglés, en su versión en portugués.

Lamarck fue el primer hombre cuyas conclusiones sobre el asunto despertaron mucha atención. Este naturalista, merecidamente célebre, publicó sus puntos de vista por primera vez en 1801, los amplió en 1809 en su Philosophie Zoologique y posteriormente en 1815 en la introducción a Hist. Nat. Des Animaux sans Vertébres. En estas obras defiende la doctrina de que todas las especies, incluso el hombre, descienden de otras especies. Él fue el primero en llamar la atención a la probabilidad de que los cambios tanto en el mundo orgánico como inorgánico respondan a leyes naturales y no a una intervención milagrosa.

El término probabilidad ha sido utilizado correctamente, porque los frutos de las observaciones siempre son posibilidades. Las conclusiones son resultado de interpretaciones, pero a pesar de reconocer su carácter teórico y provisorio, en el medio científico los conceptos darwinianos son los únicos aceptados, incluso si tienen que sufrir toda suerte de arreglos para continuar vigentes. La segunda expresión relacionada con la primera son los cambios o adaptaciones que obedecen, según el texto, a leyes y no a una intervención milagrosa.

La pregunta que formulamos es: ¿Quién es el legislador? Pues si hay leyes, debe existir un legislador.

Desde el completo caos hasta un mundo de orden, regido por leyes, desde seres simples hasta seres complejos, todas las características se transmiten mediante el ADN y una generación solamente tendrá las características heredadas de sus progenitores. ¿Cómo armonizar estos hechos observados y documentados con la propia teoría? Costa (2014, p. 12) menciona la observación de otro ilustre investigador anterior a Darwin. “Geoffroy Saint Hilaire, como indica su biografía, escrita por su hijo, sospechó en 1795 que las especies como las conocemos son varias degeneraciones del mismo tipo”. En este aspecto, por lo menos, no existen discusiones entre científicos de orientación creacionista o evolucionista. Todos aceptan que las mutaciones siempre son degenerativas y jamás logran algo bueno para las especies. Al menos, nadie puede honestamente afirmar haber sido testigo de tal fenómeno. Tampoco fue posible reproducir algo así en el laboratorio, incluso creando las condiciones necesarias para la evolución. Ashton (2015, p. 69) trata de forma simple y objetiva este tema:

La Teoría de la Evolución propone que, en el pasado, hubo poblaciones de organismos unicelulares simples, que evolucionaron hacia seres más complejos como resultado de adquirir información genética compleja a través de mutaciones aleatorias. Este proceso nunca ha sido observado y, sobre la base de nuestros conocimientos actuales de bioquímica y los cálculos probabilísticos apropiados, podemos concluir que esto es completamente imposible.

Nuevas especies de organismos caracterizados por novedades evolutivas (nuevos órganos, estructuras o mecanismos fisiológicos) no pueden evolucionar por medio de mutaciones aleatorias. El registro fósil corrobora esta conclusión, dado que en el pasado existía una mayor diversidad biológica que en el presente. Lo que se observa en el registro fósil es extinción, no evolución.

La ciencia en general (y cada una en particular) es un conjunto de conocimientos valorados. Ahora bien, ¿qué es lo que da valor científico a un conocimiento o a una teoría, o cuándo una teoría o un conocimiento deja de ser científico? El criterio que establece si algo es científico o no ha sido un factor de división entre los epistemólogos. En este sentido, Popper ha estimado que, cualquiera sea el origen de una teoría, ésta caduca y deja de ser científica, en cuanto sistema de enunciados universales, cuando estos pueden ser refutados y falseados por los datos de la observación, expresados en enunciados empíricos básicos. (Daros; Fraga; Bugossi, 2009, p. 20).

En sus reflexiones, Daros, Fraga y Bugossi (2009) declara incluso que ningún investigador está libre de partidismos, motivaciones e ideales. Su búsqueda científica es también una búsqueda de la verdad y la estructura de cada investigador o científico, de cada hombre en definitiva, está fuertemente influida por sus valores y raíces extra científicas.

Bibliografía

ASHTON, John F. Evolución imposible: 12 razones por las que la evolución no puede explicar el origen de la vida sobre la tierra. Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015.

DAROS, William R.; Fraga, Fernando Aranda; Bugossi, Tomaso. Conflictos epistemológicos entre el conocimiento científico y el religioso. Libertador San Martin: Universidad Adventista del Plata, 2009.