Por Edith Ivonne Merlos
“Al ver Dios tal belleza dijo: ‘Hagamos ahora al ser humano tal y como somos nosotros […] Fue así como Dios creó al ser humano tal y como es Dios. Lo creó a su semejanza. Creó al hombre y a la mujer’”. Génesis 1: 26, 27, Traducción en Lenguaje Actual online)
¿Cuáles son las características humanas de origen divino que nos diferencian de otros seres creados? Somos semejantes a Dios en varios aspectos; poseemos dominio sobre otros seres creados y compartimos soberanía con nuestro Creador. Heredamos fortaleza para sostener a los débiles. Tenemos imagen divina reflejada en la relación y unión de la primera pareja tal como la unidad de las tres personas de la Deidad, esta relación demanda responsabilidades y eso constituye nuestra moralidad. Nuestro Padre y Dios creador nos dio libre albedrío y puso en nosotros la conciencia moral que nos permite tomar buenas decisiones y reflejar su carácter basado en el amor. Nos colmó también de creatividad para enfrentar los desafíos y vivir una vida plena.
¿Dónde están “escritas” las características físicas humanas que poseemos y transmitimos a nuestra descendencia?
“Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!”. Salmo 139: 16, 17, versión RVR 1995 online.
Has oído hablar acerca del ADN, de la herencia, de las características dominantes y recesivas, de los genes. Hay preguntas complicadas para responder y por ello debemos empezar por cuestiones sencillas.
Cada ser humano se origina a partir de dos células, una masculina y otra femenina. Estas se fusionan formando una sola célula huevo o cigota.
En la cigota están codificadas todas las características, los procesos, los intercambios que son propios de un ser vivo y que lo definirán en su especie. A partir de ella, por sucesivas divisiones, se formará un ser humano completo.
Pero ¿cuál es el “baúl” de esas características, dónde están “escritas” todas ellas?
En el interior de las células, Dios creó y ubicó una molécula grande con función hereditaria: el ADN (ácido desoxirribonucleico). Esta macromolécula tiene forma de una doble hélice, como una escalera de caracol, donde las barandas se construyen a partir de moléculas de pentosas (azúcar desoxirribosa) y grupos fosfatos. Los “escalones” serían las moléculas complementarias o bases nitrogenadas. Cada base nitrogenada conforma una unidad o nucleótido con un azúcar desoxirribosa y un grupo fosfato. Son cuatro bases nitrogenadas: adenina, guanina, citosina y timina y sólo se vinculan o complementan la adenina con la timina y la citosina con la guanina. La secuencia de nucleótidos determina las características particulares de cada individuo como su altura, las facciones del rostro, el tipo de cabello, el color de los ojos, la longitud de los brazos, entre otras. Una secuencia específica de nucleótidos es un gen y los genes están ubicados dentro de los cromosomas. Cada cromosoma posee dos brazos unidos por un centrómero y se ubica en el núcleo celular. Dentro de los brazos del cromosoma hay ADN muy compactado y asociado con histonas.
En nuestra especie hay 46 cromosomas en cada célula somática (corporal) dispuestos en pares, 23 proceden de la madre y 23 del padre. Las células sexuales solo tienen 23 cromosomas; óvulo y espermatozoide al fusionarse restablecen el número cromosómico de la especie en la cigota que se dividirá hasta formar el embrión y finalmente el feto.
Dentro del paquete de cromosomas existe un par que determina el sexo, el par XX para el sexo femenino y el par XY para el sexo masculino.
Cuando heredas las características es probable que recibas algunas recesivas y otras dominantes. Cada gen tiene formas alternativas: los alelos. En el caso de que un alelo (gen) recesivo se haya heredado con otro alelo dominante, la característica observable será directamente la aportada por el alelo dominante.
Las características que proceden de alelos recesivos solo se manifiestan si ambos padres han heredado esa alternativa al hijo.
Los alelos dominantes se representan con letras mayúsculas y los recesivos con letras minúsculas. En la especie humana se saben algunas cosas respecto a la herencia de ciertas características:
- El tono de la piel: se determina por alelos donde el dominante aporta la cualidad oscura y el recesivo la clara. Hay más posibilidades que el hijo herede tonos de piel oscura.
- El color de los ojos: el color oscuro es dominante sobre el verde y el azul.
- Respecto al cabello: se sabe que las tonalidades oscuras son dominantes sobre cabellos pelirrojos y claros y los cabellos ondulados prevalecen sobre los lacios.
En conclusión, fuimos creados a imagen y semejanza del Creador y recibimos de él las capacidades únicas de libre albedrío, creatividad, moralidad, responsabilidad, unidad y amor. Nuestro Creador “escribió” las cualidades particulares humanas en nuestro ADN. Esta molécula codificadora maravillosa es la responsable de la herencia de generación en generación y representa la formidable inventiva del Creador.