Por la Prof. Edith Ivonne Merlos
Los mecanismos del cuerpo humano han sido diseñados de un modo preciso y nos protegen de los elementos que podrían dañarnos. La luz es buena, pero puede ser perjudicial si es excesiva. Un claro ejemplo está presente en nuestros ojos, que permiten regular la entrada de luz que incide en la retina. La forma en que cada parte del ojo colabora para lograr una imagen es otra gran maravilla con sello del Creador.
El mismo Charles Darwin, asombrado ante estas estructuras, escribió en El origen de las especies:
“Parece absurdo de todo punto suponer que el ojo, con todas sus inimitables disposiciones, pudiera haberse formado por selección natural”
Sabemos con certeza que cada parte que conforma este órgano maravilloso fue colocada en su lugar por el Creador y Diseñador, nuestro maravilloso Dios.
El ojo no deja de asombrarnos con cada uno de sus elementos y características. Cada ojo presenta un color diferente y esa estructura colorida se conoce como iris. La luz que ingresa desde el exterior al ojo, atravesando la pupila y el transparente cristalino, incide en la retina.
La pupila es el espacio oscuro del centro del iris. Etimológicamente, proviene del latín “pupilla” para hacer referencia a una muñeca o niña pequeña cuya silueta se refleja allí cuando se mira a una persona. El color negro que caracteriza a la pupila se forma porque la luz que ingresa al ojo, es absorbida dentro de él.
El iris regula cuánta luz puede pasar, se contrae y se dilata de forma involuntaria, achicando o aumentando el espacio por donde se mueve la luz. Este movimiento se conoce como reflejo pupilar. Nuestras pupilas son redondas, pero en algunos animales su forma es diferente.
¿Cómo se produce el cambio de diámetro de la pupila?
En la circunferencia del iris se encuentra el músculo circular del iris o esfínter iridiano. El sistema nervioso parasimpático envía por el nervio ciliar la orden para que se contraiga. Este proceso, que se denomina miosis, reduce el diámetro de la pupila. En aspecto normal, la pupila presenta entre 2 y 4 mm de diámetro, pero su dilatación puede llegar hasta 8 mm.
El músculo dilatador o radial, ubicado en el iris, agranda el tamaño de la pupila, permitiendo mayor entrada de luz incidente.
Si el ambiente presenta poca iluminación, el músculo dilatador, mediante un proceso llamado midriasis, recibe una orden del sistema simpático y responde aumentando el diámetro pupilar. Así, la luz ingresa en mayor cantidad facilitando la visión nocturna. Pero, ante el ingreso de una cantidad excesiva de luz que podría molestar y dañar la visión, entonces el músculo del esfínter se activa achicando el espacio de la pupila, regulando la entrada de la luz.
La manera en que este mecanismo se activa correctamente, permite saber si las estructuras del ojo, los nervios asociados y los sistemas nerviosos simpático y parasimpático están funcionando como debieran hacerlo.
La pupila y sus reacciones permiten estudiar varios reflejos.
Si responde a la proyección de luz y entra en miosis estaremos en presencia del reflejo fotomotor.
Si se proyecta luz sobre un ojo, pero también ocurre miosis en el otro, entonces se está en presencia del reflejo consensual.
Si al acercar un objeto al ojo, las pupilas entran en miosis, entonces vemos el reflejo de acomodación.
Detrás del globo ocular existe un nervio que traslada los impulsos nerviosos. El nervio óptico sale desde la retina, que fue excitada por la luz, conduciendo el impulso nervioso al cerebro, a fin de que él haga la interpretación y forme la imagen de lo que se está observando.
Así como tantos científicos se asombran ante maravillas biológicas como el ojo, el rey David expresó (Salmos 139:14):
“Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien”