Por Roberto Biaggi, Ph.D.
En la década de 1980 los noticieros y titulares de revistas anunciaban una nueva teoría: un gran impacto de meteorito o cometa habría causado la extinción de los dinosaurios. Una de las evidencias fuertes fue el descubrimiento de un cráter subterráneo en la Península de Yucatán, llamado Chicxulub, de unos 250 km de diámetro. Por las dimensiones del cráter, se estimó que el diámetro del meteorito podría haber sido de unos 40 km.
A partir de entonces, cientos de estudios científicos aportaron datos para fundamentar la realidad del impacto y sus efectos; entre ellos, la extinción de los dinosaurios. Aunque hoy se cuestiona que esa haya sido exclusivamente la causa de la extinción de los dinosaurios al final del Mesozoico (la parte media de porción de la corteza terrestre que contiene la mayoría de los fósiles); lo que sí sabemos es que este impacto tuvo consecuencias severas en una gran parte de la superficie de la Tierra, al destruir miles de especies de plantas y animales.
Pero la historia no termina ahí. También estos descubrimientos estimularon la búsqueda de eventos similares en otras partes del mundo. El resultado: hoy sabemos que cayeron sobre la Tierra y los estratos que se iban formando alrededor de 200 asteroides o bólidos que dejaron cráteres. La mayoría de estos impactos se registra en las capas en la columna geológica, aunque unos pocos han dejado su huella a simple vista en la actualidad. Algunos de estos cráteres tienen entre 300 y 500 km de diámetro y están distribuidos en el espesor de la columna geológica.
¿Cuál es el efecto de tantos impactos extraterrestres sobre la vida en la Tierra?
Realmente es impresionante y catastrófico. Sin embargo, algunos críticos comenzaron a cuestionar los efectos de estos impactos extraterrestres y descreyeron que fuesen la causa de la extinción de los dinosaurios. Ellos reclamaban que era hora de dejar de culpar a los asteroides, ya que otros eventos sumamente catastróficos, tales como inmensas erupciones volcánicas, podrían haber sido los responsables de su extinción.
Y, de hecho, cuando estudiamos los estratos geológicos, observamos que en diferentes niveles de la corteza se produjeron extensas coladas de material volcánico que ahora conforman lo que llamamos LIPs (sigla del inglés que significa “grandes provincias o áreas ígneas”). Estas son capas de cientos de metros de espesor y de miles de km2 de extensión, presentes en prácticamente todos los continentes. Por ejemplo, una de estas erupciones ocurrió en Brasil y se ve expuesta en las Cataratas del Iguazú. ¿Cuál habrá sido el efecto de tanta actividad volcánica sobre el planeta?
Pero, si nos ponemos a pensar, todos los dinosaurios y la mayoría de los organismos preservados como fósiles, se conservaron porque fueron enterrados por sedimentos traídos por inmensas inundaciones de agua. Así que, como vemos, no es solo el efecto de uno u otro evento, sino más bien el efecto de todos ellos en forma conjunta. Además, hay que pensar en los tremendos movimientos del planeta que produjeron la traslación de los continentes, la tectónica de placas y la formación de cordilleras montañosas en todo el mundo, como también las fuerzas que produjeron y siguen produciendo hoy erupciones volcánicas y terremotos.
Nuestra Tierra tiene un pasado catastrófico
Las evidencias se suman para apoyar un modelo que surge de una lectura simple y literal del registro bíblico.